Hace frío en las alturas porque el aire está más enrarecido, hay menos partículas, y por lo tanto menos choques entre partículas que es lo que en realidad produce calor; los rayos solares agitan las partículas y éstas chocan entre sí: esto produce calor.
Los animales de sangre fría toleran grandes variaciones de temperatura interior; con frecuencia, cuando están al sol recibiendo calor, su temperatura supera la de los animales de “sangre caliente”; pero en cambio no son capaces de resistir las temperaturas muy bajas, a 4 °C sus nervios son incapaces de funcionar, después de unos momentos, mueren. Las aves y los mamíferos resisten mucho mejor las bajas temperaturas, pero en cambio incurren en gastos energéticos mayores: un hombre gasta la mitad de lo que ingiere sólo en mantener su cuerpo caliente.

La nieve también alberga vida; en ciertas regiones altas y nevadas se puede hallar una nieve rosada, donde viven un sinnúmero de organismos unicelulares: algas. Tienen el verde de la fotosíntesis pero es enmascarado por un pigmento rojo que las protege de los rayos ultravioleta. Están justo por debajo de la nieve, a una profundidad tal que pueden al mismo tiempo aprovechar la luz solar y establecerse a una temperatura no tan fría como la de la superficie, siempre expuesta a la deshidratación y al frío; poseen flagelos que les permiten ubicarse a la profundidad adecuada. De todos modos poseen una sustancia que disminuye el punto de congelación en varios grados.
Existe también una nieve negra, esta vez albergando muchos insectos y gusanos primitivos adaptados al frío: lepismas, saltarines y grilloblátidos: también poseen sustancias anticongelantes: se alimentan de polen y de cadáveres de insectos transportados desde el valle; están tan adaptados al frío que si se los toma con la mano, elevando su temperatura, mueren. Crecen y se reproducen muy lentamente, son ápteros (sin alas) porque no tienen la suficiente energía como para batir sus alas; en vez de ello han inventado un sistema de tranca que les permite saltar cuando se avecina un peligro.
Justo por debajo de la nieve, la vegetación es más variada, aunque también de crecimiento lento: claveles de monte, saxífragas, gencianas y musgos, todas acurrucadas y formando cojines para protegerse del frío. La mayoría tiene raíces muy largas, que le aseguran la suficiente firmeza para sobrevivir al viento. Demoran a veces una década en reunir la suficiente energía como para florecer. Más abajo pueden crecer lobelias y senecios, plantas altas de las alturas ecuatoriales que con sus hojas muertas que no botan protegen su tallo del viento y el frío.
